Saludar la discontinuidad
Con independencia de todos los valores ético-políticos que pueda
tener una huelga en una situación determinada, en ella hay algo valioso
en cuanto tal, más allá de las circunstancias concretas que la enmarcan:
su carácter de interrupción del curso maquinal de las cosas.
Es un corte potencialmente capaz de romper el desastre hacia el que se
encamina el mundo. En el universo del tardocapitalismo, lo maquinal es
el principio de muerte, y tenemos que saludar la discontinuidad como una
afirmación de vida.
Frente a la dictadura del “tiempo real”, la demora.
Frente a la brutal coacción de lo inmediato, la articulada delicadeza de las mediaciones.
Frente al abaratamiento de la palabra (condicionado por las mejoras
técnicas en el campo de las telecomunicaciones), el valor de la
reticencia y el silencio.
Frente a la falsa autoridad de la imagen, la dignidad del hueco.
Frente a la tiranía del trabajo muerto, frente a la demagogia de la normalidad, la restallante belleza de la huelga general.
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